Virtudes castrenses del ángulo
recto
Antonio Bustamante
Escasez de lo ortogonal
La verdad es
que en la Naturaleza hay pocas cosas hechas a base de ángulos rectos: sólo se me
ocurre el de la verticalidad del árbol que sale perpendicularmente a la
horizontalidad de la Tierra. El concepto de ángulo recto precisa de la idea
previa de línea recta; en el caso del árbol, de la recta horizontal y de la
recta vertical. Pero hasta el horizonte, que es lo más horizontal de que
disponemos los habitantes de la tierra, no es tan horizontal como a simple vista
parece: si nos fijamos bien el horizonte nos aparece curvo.
La gravedad es grave
Las rectas verticales son fáciles
de representar: basta suspender un cordel con un peso en la punta: la plomada es
lo más recto, lo que mejor materializa el concepto de línea recta. Si echamos
una plomada en un sitio donde no haya viento, podemos admirar una imagen muy
fiable de lo recto vertical. Para contemplar lo recto horizontal podemos
valernos de un nivel, que es un aparato que, en su origen, materializa la
horizontalidad manipulando el peso del agua y la ligereza -el poco peso- del
aire; al ser el peso una característica vertical de la materia, notemos que lo
que hace el nivel de agua es materializar la horizontalidad a partir de las
cualidades "verticales" de agua y aire: sus pesos. Y es que la gravedad es lo
más recto y lo más vertical del mundo. Y es curioso que la misma palabra que
sirve para designar la fuerza de atracción de la Tierra, sirva para significar
los conceptos de compostura,
circunspección, grandeza e importancia; se me antoja que, en efecto, el ángulo
recto es hijo de la fuerza de la gravedad y que lo perpendicular es importante,
grande, circunspecto y bien compuesto.
Pero la palabra "gravedad" significa también
enormidad y exceso, generalmente dando sentido a lo que excede a lo razonable, a
lo que pasa de aceptable a insoportable: es una de las palabras más severas del
diccionario.
Así pues, no es de extrañar
que el ángulo recto tenga la intolerante grandeza de quien se sabe importante.
No debemos minimizar este engreimiento del ángulo recto, pero tampoco hemos de
olvidar sus cualidades: qué fácil es reconocerlo y cuánto cariño le tienen los
canteros. Todo el mundo ve la perpendicularidad en cuanto ésta aparece en algún
objeto, pero poca gente reconoce los 117° de las caras de la pirámide de Keops
en otros cuerpos de inclinación semejante: la ortogonalidad es fácilmente
reconocible. La escuadra del cantero tiene exactamente los 90° grados que su
dueño espera de ella y, si tuviera 1° menos, éste reconocería la impostura a
simple vista:
Todos los albañiles saben lo
útil que es la escuadra: tiene un aspecto práctico innegable, pues es un
instrumento imprescindible a pie de obra, hasta tal punto que la Francmasonería
ha creado su emblema con una plomada vertical y una escuadra en ángulo recto.
Bien está echar mano de lo
perpendicular para hacer paredes de piedra, pero no podemos trasladar, por las
buenas, los 90° de un ladrillo a la espina dorsal humana, que no es una pared ni
está hecha de ladrillos. La Francmasonería hace muy bien esta distinción entre
obra de cantería y espina dorsal, cuando recomienda a sus miembros la postura
del faraón en los rituales: esta postura, aunque a simple vista lo parezca, no
es en absoluto postura de ángulo recto.
La invención del ángulo recto
La escasez de ortogonalidad en la Naturaleza contrasta con la
abundancia de lo perpendicular en todo lo construido por el hombre en los
últimos milenios; por eso parece interesante plantearse cuándo y porqué empieza
la escuadra a imponer un orden no natural al medio en que vivimos.
Levy-Strauss intuyó que un sistema mental único regía los
diferentes niveles de realidad de las sociedades de primitivos actuales,
imprimiendo un carácter común a estos niveles o aspectos de la realidad. El
sistema mental lleva a cabo el gobierno de lo real lo a través de imágenes
simbólicas. La imagen simbólica precede al mito y pone de manifiesto de manera
sensible y sin explicaciones lo que, por ser de naturaleza "divina" - o
inconsciente que aflora con energía y sin racionalidad - escapa a las
limitaciones de lo concreto, lo sensible y lo acabado.[1]
Pues bien, el origen de la imagen simbólica del ángulo recto hemos de buscarlo
en las construcciones del 9° milenio antes de nuestra era, en las plantas
rectangulares del poblado de Mureybet -medio Eufrates -: una trama cuadrada de
apenas 1,5 metros de lado, sensiblemente orientadas en dirección norte-sur, o a
los 45° de esta orientación; éstos son los ángulos rectos construidos por la
mano del hombre más antiguos que se conocen (figura 1). Por su tamaño, los
arqueólogos deducen que se trata de silos, almacenes de grano propiedad de gente
que vivían en casas de planta sensiblemente circular, como las que se construían
entre el Eufrates y el Mediterráneo desde el 12500 antes de nuestra era (figura
2); esas primeras habitaciones eran de planta redonda y semienterrada, y las
paredes curvas de estas viviendas requerían menos "tecnología" que las paredes
rectas de la trama en ángulo recto. Llama la atención que la primera planta
ortogonal sirviera para almacenar la riqueza de quien vivía en una planta
circular, y que -en los ejemplos de la figura- la orientación geográfica de la
trama siga la trayectoria solar y su perpendicular, o se sitúe a 45° respecto a
ellas. Del silo, la escuadra pasó a la vivienda, hasta tal punto que en la
escritura pictográfica del 5° milenio en Mesopotamia, un cuadrado significaba
"casa"
.
Figura 1: plantas rectangulares de silos del del poblado de
Mureybet -medio Eufrates.- 9° milenio antes de nuestra era

Figura 2: casa de Mureybet (9500-8700 a. C.)
Sobre la simbología del círculo y el rectángulo, sabemos que
en los jeroglíficos egipcios, el círculo significaba "placenta", y Jacques
Cauvin, en su "Naissance des divinités. Naissance de l'Agriculture" , dice que
"en el lenguaje universal de las formas simples, el círculo (o la esfera)
designa a la vez lo que transciende al hombre y queda fuera de su alcance (sol,
totalidad cósmica, Dios), y lo que a su propio nivel sub-lunar, tiene relación
con lo germinal, con lo matricial, lo íntimo. Por el contrario, el rectángulo,
del que la naturaleza casi no ofrece ejemplos, necesita más de la iniciativa
humana para poder existir: la piedra no es rectangular hasta que no se le impone
esa forma. El cuadrado y el rectángulo connotan lo manifestado, lo concreto, lo
realizado…. La curva es femenina , mientras lo recto y anguloso son masculinos."[2]
Este autor observa que la "virilización" de los símbolos que
encontramos en las figuras del primer Neolítico expresa la misma estructura
coherente de pensamiento que se reconoce ante el fenómeno de la aparición
simultánea de la arquitectura rectangular, la ganadería, las armas de parada y
la expansión de la cultura neolítica.
Parece como si el ángulo recto fuera uno de los símbolos que
colaboran a sacar al hombre del Paleolítico, metiéndolo en otro mundo en el que
hay que ganarse el pan con sudor, es decir: producir los alimentos, abandonar la
alimentación basada en la recolección y la caza. En ese nuevo mundo, el papel de
la Diosa Madre pierde su influencia en favor del Dios Padre, el mismo que en la
Biblia dice claramente que la mujer queda sometida al hombre para siempre.
El teorema de Pitágoras puede considerarse como el cénit de
la gloria de lo ortogonal: lo que pasa con los cuadrados de los catetos tiene
algo de psicoanálisis del rectángulo. Después de Pitágoras, todo lo que se diga
sobre el ángulo recto, o es tradición, o es más de lo mismo.
La postura del faraón
La observación del ángulo
tronco-fémur de las estatuas que representan dioses, faraones o simples mortales
en el Antiguo Egipto nos revela unos valores que sobrepasan claramente los 90°:
ese ángulo recto que muchos asocian -erróneamente- a una postura sedente
correcta. En efecto, de 100 casos que he analizado, de estatuas de entre 2.850 y
130 antes de nuestra era, la media del ángulo tronco-fémur es de 103.2°, y si
nos ceñimos a las efigies de dioses y de hombres-dioses (faraones) la media es
de 103.7°: los simples humanos sólo llegan a una media de 102.8°: este grado de
diferencia marca la distancia entre lo divino y lo humano en lo tocante a la
postura sedente. La postura sedente en silla, pues, diviniza al hombre; el
hombre, ese simple mortal que en el Antiguo Egipto se sienta sobre sus talones,
se dignifica al sentarse, como un faraón, en una silla. En el Antiguo Egipto,
durante miles de años, sólo los ricos disponían de una silla en sus casas, y
ésta con fines más rituales que de uso práctico.

Figura 3: Kefrén. Museo de El
Cairo. Foto del autor
Pero la postura del faraón no
es sólo símbolo de dignidad: también es paradigma de postura sana. Recientemente
se ha descubierto[3]
que la postura del astronauta cuando duerme en la ingravidez de su nave, se
parece mucho a la del faraón; es decir que las angulaciones de los miembros del
faraón son muy semejantes a las correspondientes de la postura del astronauta,
de total relajación.
La postura del faraón - o del
astronauta- constituye una orientación de los segmentos corporales que combina
la relajación y buena forma del astronauta con la dignidad del faraón. Por eso
proponemos la postura del astronauta -o del faraón- como postura-diana para el
trabajo sedentario, haciendo hincapié en que sedentarismo no es sinónimo de
inactividad. Un asiento capaz de provocar la postura del faraón, ha de inducir
en el usuario la postura más digna que ha conocido hombre sentado en objeto.

Figura 4: Kefrén. Museo de El Cairo. Foto del autor
· La postura marcial
del rey persa aqueménide
La postura del faraón ha sido
considerada como paradigma de sedestación en ángulo recto hasta por el propio
Mandal -pionero de la liga anti-ortogonal- , que reconocía en los 90° las
citadas cualidades de importancia y distinción del sedente y que entendió que
el faraón adopta una sedestación ortogonal[4];
yo veo en la estatua de Kefrén dignidad y no prepotencia, y además -como ya he
dicho- °-, donde Mandal vio ortogonalidad, veo un ángulo tronco- fémur( figuras
3 y 4) de 109° a 113° -mayor que 90. Esta ortogonalidad sí es claramente
reconocible en los relieves de la antigua Mesopotamia, en los que aparecen reyes
recibiendo el vasallaje de pueblos sometidos; ése es el ejemplo escultórico que
significa lo que el agudo Mandal quería que viéramos en el faraón. La imagen del
aqueménide Rey de Reyes que puede verse en el monumento persa-aqueménide de
Persépolis, habla bien claramente del valor simbólico de la verticalidad de las
lanzas de los soldados y de la horizontalidad de las capas sociales, formando
entre ambas una ortogonalidad que configura el poder del monarca, el cual se
sienta -en forma de cuatro- a recibir pleitesía de los pueblos a los que ha
sometido con su ejército organizado con una estructura vertical- horizontal. La
silla y el cuerpo del rey rinden pleitesía, a su vez, al ángulo recto al que
deben su poderío. Artajerjes I (figura 5 ) y su abuelo Darío I (figura 6) no se
sientan en la postura del faraón; Kefrén, sí (figura 4); la diferencia es el
ángulo tronco- fémur de uno y otro: los persas lo gastan de 90°, el egipcio de
hasta 113°.

Figura 5 : Persépolis: sala
de las 100 columnas; puerta norte. Artajerjes sentado.
Virtudes castrenses del ángulo recto
Lo ortogonal y lo militar
tienen mucho en común, y así la escuadra designa al ángulo recto y a una
formación militar, como pueda ser un conjunto numeroso de buques de guerra
reunido para ciertas operaciones tácticas, o un corto número de soldados a las
órdenes de un cabo. La escuadra es también la unidad menor en las fuerzas
militares: la célula de lo marcial.
La angulación de los
segmentos corporales del soldado que desfila al paso de la oca habla bien claro
de la importancia castrense de lo ortogonal, de origen mesopotámico. La
angulación de los segmentos corporales del astronauta, en cambio, coincide
sensiblemente con la correspondiente del faraón egipcio. Creo que mi percepción
- obviamente subjetiva- de la poca elegancia de la postura del mesopotámico
Artajerjes I, en contraposición a la dignidad de la postura del egipcio Kefrén,
es compartida por muchas personas de mi misma cultura y que somos muchos los que
vemos que en ese relieve de Persépolis, Artajerjes I está haciendo un papel de
mandamás, mientras que el Kefrén del museo de El Cairo, protegido por su padre
Orus que se lo lleva a los cielos, nos parece tan natural que estamos tentados
de admitir que ese hijo de Orus es, en verdad el hijo de Dios y nos parece más
simpático y más dios que Cristo.

Figura 6. Darío I recibiendo
la pleitesía de un sátrapa
Virtudes biomecánicas del ángulo obtuso
Las dos ideas que cito a continuación necesitarían una
justificación más amplia que la meramente intuitiva con que aquí las presento.
La primera: el arte de la antigua Mesopotamia está más próximo de nuestra
sensibilidad moderna que el arte del Antiguo Egipto. La segunda postula el mayor
talante teológico que tienen los egipcios en comparación con los mesopotámicos:
éstos nos han dejado el primer código civil (el código de Hammurabi) y aquéllos
el proto-código escatológico de nuestra cultura occidental: el Libro de los
Muertos. Los mesopotámicos ponen orden en este mundo, los egipcios, en el otro
mundo. Cuando Cristo declara que su reino no es de este mundo, está diciendo
claramente que su doctrina viene de la tradición egipcia, no de la mesopotámica[5].
En las figuras 7, 8 ,9 y 10 puede apreciarse la sorprendente
proximidad del arte mespotámico con respecto a la estética de las artes
plásticas que nacen alrededor del llamado Movimiento Moderno en el siglo XX. La
figura 7 podría representar una escultura de José María Subirachs, pero es la
fotografía de un recipiente cerámico de

Figura 7: Idolo femenino. Irán septentrional, 2000-17000 a.C.
Museo Nacional, Teherán.
1200 - 1000 antes de nuestra era, encontrada en el Irán
septentrional y conservada en el Museo Nacional de Teherán. La figura 8, que
parece una cerámica de Joan Miró, es una jarra de 1000 - 800 antes de nuestra
era, encontrada en la misma zona y conservada en el Museo del Vidrio y la
Cerámica de Teherán.

Figura 8: jarra. Irán septentrional, 1000-800 a.C. Museo del
Vidrio y la Cerámica, Teherán.
La esbeltez de las columnas del palacio de Ciro el Grande en
Pasargades (558-530 antes de nuestra era) que puede apreciarse en la figura 9,
es más propia de un pilar metálico del siglo XX que de una columna de piedra más
antigua que el Partenón de Atenas, y pertenece a un universo con una Estática y
una Estética muy diferentes de las egipcias. La planta jardín real del mismo
palacio de Pasargades - verdadero monumento al ángulo recto- podría confundirse
con un plano salido del estudio de algún arquitecto racionalista de los años 30.
La estructura, en fin, de la ciudad, recuerda a la de un campamento militar.

Figura 9: palacio de Ciro el Grande. 558-530 a.C.

Figura 10: plano del jardín real de Pasargades.
Así que el ángulo recto mesopotámico parece un instrumento
para racionalizar este mundo. Por esta razón la postura del escolar sentado en
forma de cuatro pareció al Dr Staffel la idónea para que el educando recibiera
la formación que la cultura debía transmitirle, pues, como dice el filósofo y
educador Juan Canal, en la escuela se propone la enseñanza, entendida como:
· Enseñar -obligar- a
permanecer determinada cantidad de tiempo sometido a una disciplina
organizativa.
· Enseñar -obligar- a
que esa permanencia se haga en una determinada posición, o, lo que es lo mismo,
en algo tan poco “natural” para un niño o adolescente como estar sentado en un
pupitre escolar.
· Enseñar -obligar- a
involucrarse en determinadas relaciones jerarquizadas en las que el estudiante
ha de adoptar una actitud de sometimiento y, potencialmente, de sumisión.[6]

Figura 11 : angulaciones de 3 posturas sedentes. Dibujo del
autor.
Estos rasgos tan mesopotámicos de la postura de Staffel
(figura 11, centro) ponen de manifiesto hasta qué punto no nos sentamos con las
posaderas en un asiento, sino con nuestra cultura, en la historia que la ha
producido. Porque, desde un punto de vista de higiene postural, y teniendo en
cuenta lo que nos enseña la Biomecánica, la sedestación en ángulo recto es más
insana que la sedestación en ángulo obtuso. Pero aquélla es más marcial que
ésta; marcial en el sentido de bizarra o esforzada: en resumen que el ángulo
recto tiene una cualidad que le gusta a quien detenta el poder, pues simboliza
una aceptación del orden y de sus normas. Ya Mandal, en su "Seated man" escribía
que "poco tiene de sorprendente que en la Alemania de Birsmarck se pusiera
énfasis en el “ordnung“, la disciplina y el ángulo recto".
La demostración de la insalubridad de la postura ortogonal[7]
ocupa más espacio del que aquí es prudente disponer, y el lector interesado
tendrá que emplear todavía más tiempo del que generosamente está dedicando a
estas páginas. No obstante, he de confesar que no es frecuente que cuando una
persona entiende que el ángulo recto es insano, interiorice esa idea y cambie su
actitud postural, pues he podido comprobar que, en el área geográfica de la
sedestación caldeo egipcia[8],
el peso de la cultura mesopotámica es muy superior al peso de la cultura
egipcia, en lo tocante a la sedestación. Ésta es la única razón que creo pueda
explicar el hecho curioso de que el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en
el Trabajo, después de publicar -en 1994- unas recomendaciones sobre la
sedestación redactadas por mí e inspiradas en las virtudes biomecánicas del
ángulo obtuso[9],
edite unos carteles en los que aparece la imagen de una señora trabajando en un
puesto de visualización de datos haciendo propaganda de las virtudes castrenses
de la postura ortogonal.
A la inercia de lo mesopotámico ha de deberse también el
método seguido para tomar las medidas a los sujetos que forman la muestra de un
estudio antropométrico, método del que es luz y guía la infausta "altura
poplítea" y que viene al pelo para fabricar sillas como las de Artajerjes, pero
que resulta impropio para generar asientos como Dios manda para el personal que
trabaja sentado.
La herencia del bizarro Artajerjes está también presente en
el oficio de muchos colegas ergónomos que no tienen más dios que los 90° a la
hora de sentar a la gente. Los más liberales de entre ellos presentan la postura
del astronauta como "postura alternativa", poniéndola en el mismo saco en que
otros colocan a los que creen en la medicina homeopática, los vegetarianos, los
hippies y a todo aquel al que hay que marginar porque no anda al paso marcial
del sistema. Alguno -buena persona y amigo mío-, atribuyéndome erróneamente una
paternidad en la postura del astronauta, ha llegado a referirse a ella con aire
entre resignado y bondadoso, como "la postura ésa de Antonio"…
La fuerza de la marcial ortogonalidad es tan grande que en el
pasado siglo XX ha superado la severidad de los 90°, imponiendo ángulos agudos
allá donde la biomecánica aconseja los ángulos obtusos, y así nos encontramos,
en el mobiliario escolar, con asientos con 5° de inclinación hacia atrás: éstos
no ofrecen un ángulo recto cuando nosotros reclamamos uno obtuso: lo que imponen
es todavía peor: un ángulo agudo, que ya no es un ángulo marcial: es un ángulo
fetal, un ángulo que envuelve al usuario en un huevo. Y esa forma de huevo, para
la salud de quien no es ya un feto, es fatal.
En muchísimos centros de enseñanza de España puede asistirse
al lamentable espectáculo que dan los escolares encorvados sobre sus asientos
pro-fetales para alcanzar a escribir
Figura 12: alumnos de 1° de bachillerato examinándose de
Química, en el instituto Vega del Prado de Valladolid -España-. (Foto del autor)
sobre mesas de bajura inverosímil, como puede verse en la
figura 12, en la que aparecen alumnos de 1° de bachillerato examinándose de
Química, en el instituto Vega del Prado de Valladolid.

En este mismo centro docente se captó la foto de la figura
13, en la que un alumno de ESO que, al atender al profesor, busca
inconscientemente la postura del astronauta rebelándose contra una configuración
de mobiliario pro-fetal que pretende retrotaerlo al huevo primigenio; por
fortuna el muchacho apuesta por el ángulo obtuso a pesar de que la escuela le
imponga el agudo. Para evitar este disparate, sería bueno:
- que la escuela fuera consciente del daño que hace su
mobiliario, y
- que se le procurara al alumno un mobiliario inductor de
posturas saludables.

Figura 13 : alumno de ESO
atendiendo en postura del astronauta, a pesar de estar ocupando una
configuración de mobiliario patógena. Foto del autor tomada en el IES Vega del
Prado de Valladolid -España-. (Foto del autor)

Figura 14: alumnos de 1° de bachillerato del instituto Vega del Prado de
Valladolid, que atienden a la clase en posturas no patógenas inducidas por
mobiliario experimental (diseño y foto del autor).
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